viernes, 4 de enero de 2008


Después de un par de semanas "en dique seco", vuelven los relatitos de la Ser. En esta, viendo lo que está pasando en Kenia, uno no puede más que sonrojarse por lo idiotas que llegamos a ser. Como decía poetiza en su blog, si todos siguieramos al niño que tenemos dentro tal vez no habrían tantos conflictos. O por lo menos, nos pelearíamos con la sonrisa inocente y sincera de la niñez, que no es poco. Porque es difícil batallar riendo.

“Ni idea”, responde el hombre mirando sonriente el trozo de plástico sobre el césped mojado. El soldado recogió aquel artefacto que había llegado allí como por arte de magia, dispuesto por el mismísimo dios para darle un giro copernicano a una guerra que llevaba ya demasiado tiempo sembrando la destrucción y la muerte. Se lo dio al Sargento, que lo cogió con el mimo con el que se cogen a los recién nacidos y, como si portaran el santo grial, se lo dieron al General que lo miró, lo escrutó y lo tiró sin miramientos a la basura. El soldado pensó en ese instante: “no me extraña que se eternicen las guerras”.