viernes, 22 de febrero de 2008

Todavía algunas veces huele a sangre, o eso dice. Me parece extraño porque desde que le operaron de sinusitis aguda y le extirparon todas las fosas nasales no huele ni una matanza del cerdo a cinco metros de distancia. El, que olisqueaba hasta un pequeño rasguño realizado por un matojo. Pobre. De vez en cuando se despierta sudoroso, con los ojos fuera de las órbitas y, ahuecando la nariz, susurra: “mmm, huelo a dulce sangre de vestal”. Es lo que tienen las reminiscencias del pasado. Es lo que tiene haber sido el mejor vampiro de la comarca.