Cleo la levantó y allí la esperaba el alacrán, con la pinza presta a asestar un certero picotazo en la parte del cuerpo más expuesta.
- ¿Qué haces, Cleo? Preguntó María
- Buscarme algo que llevarme a la boca
Nada más decir esto, con un gesto veloz y preciso cogió al negro insecto justo por el centro, que se retorció como si lo estuvieran quemando vivo. Sabía que eran sus últimos momentos de existencia y lanzó un errático ataque.
- Alacrán, mmmm, se me antoja trucha.
- Acaba pronto y vamos al refugio que ya están sonando las sirenas. Anda, no seas tacaña y dame una patita.