viernes, 11 de abril de 2008

Ley de murphy o lo que en castizo es casualidades de la vida

“Aquel niño era yo”. Esa frase provocó en mi mente una sucesión vertiginosa de imágenes ocre, trasportándome al único momento en que mi vida tuvo algo de sentido. Me ví suspendido en el aire sólo sujetado por una manita que hacía un esfuerzo sobrehumano para salvarme del precipicio. Casi resbalaba, hasta que su postrero golpe de riñón me salvó. Me desmayé. No volví a ver aquel niño de cara compungida, el único que alguna vez se desvivió por mí. Basé mi vida en buscarlo. Ahora que lo encuentro, vuelvo a desmayarme para no despertar jamás exhalando sólo una palabra: “gracias”.