jueves, 25 de octubre de 2007

Aquí va otra semana con el relatito de la Ser. Como siempre quedamos como mucho cuartos, hemos decidido con unos colegas subirlo un poco de tono. A mí, de tan tímido que soy, me ha quedado un poco verde clarito.

“Hasta siempre, Vladimir” sonó a adiós, a “hasta nunca”. Aún retumbaban los gritos de placer, se sentían las caricias y los besos, se olían el intercambio de flujos y los placeres de la carne…el desenfreno breve pero intenso. Vladimir, si ese era su verdadero nombre, había actuado de forma profesional. Parecía que la quería, que la amaba como si fuera la última mujer que iba a poseer. Ella, tras el portazo, fue a la habitación del encuentro. Con gran sorpresa, el pago por el servicio estaba aún en la mesita de noche. Pensó en voz alta: “sí, volveré a llamarle”.